La Familia Jaramillo Sánchez representa a muchas familias de Medellín, sus sueños han ido tejiendo nuevos rumbos y posibilidades, su historia está hecha a pulso y en sus memorias se teje la filigrana de una ciudad en la cual la pregunta por el futuro siempre alberga incertidumbre.

Miller Alexis, un joven inquieto, con una visión cálida de lo que significa vivir en comunidad y con una claridad diáfana de su concepto de dignidad humana, es el nodo central desde el cual nos hemos acercado a toda la familia, él encarna en sí mismo sus trayectorias, y en medio de todos los retos impuestos por una ciudad desigual y profunda que pocos quieren ver a los ojos, Miller tiene un halo de esperanza para mirar el futuro, y guarda en sus palabras comprensión y amor para entender el pasado.

“La vida nos cambió del todo inicialmente, desde lo positivo una ventaja era que ya no nos mojabamos. Por ejemplo, a veces se movía el techo en Moravia y nos mojabamos, ya aquí había como más seguridad en esa estructura…estábamos un poco mejor. El asunto positivo de estar mejor, de vivir mejor y tener otro punto de partida como para empezar a hacer cosas diferentes.

El asunto de la lejanía era complicado porque ya había que pensar en uno o más pasajes para llegar al lugar donde tenía que ir a trabajar, mientras que en Moravia si uno no tenía con qué ir al centro uno se podía ir a pie y cosas así por el estilo. El asunto del trabajo por ejemplo, era complicado porque vivía muy lejos, era como cerrado ese aspecto…

Al principio no sentí como la plena satisfacción de estar aquí porque el sector donde estábamos supuestamente dizque que tenía verde y eso estaban esas mangas, digámoslo así: ¡estaban peladas! Eran como puro fango amarillo no habían florecitas por ahí ni nada, de donde estaban los edificios de ahí para atrás si se veía arbustos, pero aquí se notaba la mano del hombre donde borró toda huella de naturaleza que había ahí en ese espacio…

No habían teléfonos públicos, era como muy difícil ahí eso pero el factor que benefició fue que yo empecé a crecer en los procesos sociales y empecé un semillerito y me empecé a interesar por el hecho de hacer algo con la comunidad, de trabajar con ellos y comenzamos con cositas muy de a poco… y empezamos un proyecto que se llamó jardines comunitarios y el propósito era pues en principio, como saludar a los vecinos y convocarlos a que trajeran piecitos de maticas y compartir esas cosas y sembrar en ese mismo espacio para que haya esa huella ecológica de todos y la propuesta del proyecto era sentarnos a hablar, y a contarnos historias alrededor de las plantas”.

Doña Aura, abuela de Miller y pilar fundamental de este núcleo familiar, tiene en sus memorias, las historias que comparten muchas mujeres de esta ciudad, nos habla de las luchas permanentes por salir adelante con sus hijos, nos habla de la fuerza y la entereza para enfrentar el día a día. Sus historias nos conectan con la fe, con la necesidad de estar con el otro y con la añoranza de lo que fue y ya no es más.

“El ranchito allá en Moravia era en tierrita pero yo la mantenía muy bien organizado y hasta que Dios me ayudó y fui parando una parte, luego otra y así… y ya resultó este proyecto acá. De vivir en Moravia me gustaba el clima y todo, a mi no es que me choque la vivienda por acá pero es que hace mucho frío para mí, y esa soledad, esto por aquí es como tan solo: una que otra persona pasa… Yo no soy de las mujeres que me mantengo en bochinche por ahí, no, pero sí me gusta que se le vea ambiente y que uno vea pasar gente, carros. Mejor dicho, desde que yo vine a vivir acá no me he amañado…Más ha sido lo que he rodado, que lo que he vivido acá”.

Las condiciones de reubicación no solo trae añoranzas, y rompimiento de lazos vecinales, también trae consigo un nuevo modelo económico, y una versión no vista de la ciudad que nos ha albergado durante toda la vida. Carlos Arturo Jaramillo, padre de Miller, nos ubica en un panorama de lo cotidiano, del rebusque, y de las implicaciones de pasar del centro de la ciudad a sus periferias.

“Yo estaba muy amañado en Moravia por muchos recuerdos y porque el Oasis es un barrio muy central y la vida en Moravia era como más fácil que acá, porque honestamente cuando yo estaba desempleado, no tenía un pasaje para ir a buscar empleo yo me organizaba y me venía caminando hasta el centro y era más central 

En cambio aquí, ¡si uno se baja pero creo que uno no sube!

A veces los buses se tiran más de una hora para subir hasta acá, es como usted bajar del Centro a Girardota… en Moravia yo vivía muy amañado por muchas cosas por el transporte, a uno le servía el transporte de Copacaban, Zamora, Machado Bello y cuando no había buscaba el chiverito que lo llevaba uno a cada rato al centro…”

Para Carlos Arturo la reubicación es como una lotería, como la vida misma, nunca se sabe qué se puede encontrar a la vuelta de la esquina..

Eso es como se dice con la lotería, es como una jugada, una lotería si estás afortunado te quedas y ganas Si estás de malas te quedas y perdés todo, así, así fue esto: como un sorteo.