“Tener una casa es tener un estilo para combatir el tiempo. Combatir al tiempo solo se logra si a un esencial sentido de la tradición se une la creación que todavía mantiene su espiral que no ha dejado aún de transcurrir. El que tiene una casa tiene que ser bien quisto, pues la casa produce siempre la alegría de que es la casa de todos”. José Lezama Lima
La historia de Luisa está atada a su casa, una casa que tiene una historia desde sus antepasados:
“Esa memoria tiene 104 años que fue pues la memoria que nos contaba el bisabuelo, mi abuelo tuvo 6 hijos, todos nacieron y se criaron acá. Él se llamaba Juan Antonio Muñoz. Él era constructor, hacía todo el tema de construcción, ya los últimos años se dedicó fue a sembrar; O sea, él hasta los 103 años cosechó, él cosechaba esta parte y la parte donde vive mi tía que eso era un terreno y cosechaba varias cositas como para consumo personal. Muy campesino. La vereda siempre tuvo un tema muy rural aún hay algunas familias que cosechan mucho también como para su consumo, se ha dado mucho como los jardines de flores, de sembrados para consumo, que la cebolla, que la yuquita, que la lechuga; pero digamos que ya se ha venido transformando mucho ese proceso como tal, como te decía incluso esta es una de las casas en infraestructura más antigua, mi abuela no quiso cambiarle la infraestructura, de subirle plancha no, que quería sostenerlo así porque esta casa era construida en bahareque, mi bisabuelo la construyó en bahareque hace mucho tiempo y la casa la vinimos a reformar hace 10, 12 años que fue cuando él falleció.
Luisa ha visto como se ha transformado el espacio que ha rodeado esa casa y que ha generado unas nuevas dinámicas de relación en ese espacio que pareciera no cambiar pero que ha sufrido trayectorias aún sin moverse.
“Todo lo que tú ves al frente eran zonas verdes y entonces ahí fue donde pasábamos la niñez y teníamos el charco de Memo y teníamos la cancha y teníamos la manga pa ir a coger moritas, guayabas, todo eso y ya. el charco de Memo era una quebrada, le pusieron unas piedras porque, lo que cuentan, es que ahí se bañaba un señor que vive por acá, Memo le dicen, entonces todo el mundo lo bautizó el charco de Memo, entonces eso era como el parche con los amigos, ah vámonos pal charco de Memo, ah sí vamos a hacer salchipapas, obvio todo el mundo llegaba era con papas, pero era el tema de ir, entonces empacábamos que la ropita pa irnos a tirar al charco de Memo, y allá era que todas las tardes incluso las familias iban, hacían sancocho, era un espacio muy apropiado, muy familiar, más porque a vos te tocaba pasar charcos y mangas pa llegar al charco de Memo”.
La llegada de los edificios cambió no solo el paisaje físico sino las dinámicas barriales.
“Nosotros vivíamos, este siempre ha sido un espacio muy natural, muy verde, muy familiar y pues con la llegada de los nuevos edificios fue muy complejo porque no hubo un ejercicio así de les voy a socializar, o les voy a contar, nada; sino que de un momento a otro empezaron a parar edificios y edificios. acá son tiendas de barrio, o sea tiendas donde vos conseguís la librita de arroz, la librita de azúcar, el aceite, lo esencial; normalmente la gente iba hasta San Cristóbal a comprar sus cosas, si tú decías un día ay no tengo carne para hacer tal alimento mirar quién iba para San Cristóbal y te traía la carne o mirar qué hacías porque por acá no había dónde comprarla, ni encontrabas una papelería, ni encontrabas una ferretería, ni encontrabas nada, era lo esencial de barrio, las papitas, el bombón, lo esencial. Y allí vos podés encontrar en un quinto piso la ferretería, en un octavo piso la papelería, las discotecas, las tiendas, los supermercados, entonces digamos que se nos da más facilidad en que ay necesito algo, ay sí allí en los bloques los venden, entonces digamos que eso ha facilitado un poco no tener que desplazarnos hasta San Cristóbal, que nos implica el pago de un transporte o una caminada de 20, media hora, sino ir allí y comprar; pero los cambios a nivel social, a nivel de infraestructura, han sido muy, muy grandes”.
Luisa se convirtió en una líder barrial, afianzando la identidad de Pedregal Bajo como vereda de San Cristóbal desde su historia y su ruralidad sino en las relaciones con los nuevos habitantes de Nuevo Occidente generando dinámicas de reconocimiento y convivencia que han sido vitales para seguir haciendo de su casa la casa de todos.