Nadie puede negar que el machismo es violento y sustenta en su poder la agresión y la subvaloración de lo que está por fuera de sus preceptos. El machismo no es un juego pero, en cambio, sí está presente en los juguetes que tenemos en casa o en la tienda que sigue separando los que son para niños y los que son para niñas.
Los juguetes están cargados de estereotipos y así los compramos y los llevamos a casa como elementos socializadores que forman una especie de código atemporal que cultiva la desigualdad y la violencia.
Esta exposición busca que rompamos “Las reglas del juego”, que seamos testigo/a de como la “vinculación entre virilidad y poder encuentra reflejo en todos los ámbitos de la cultura, incluidos los juguetes”.
“La publicidad sigue presentando a las niñas como pasivas y sin grandes habilidades, como personas frágiles y sensibles. Por el contrario, a los niños se les presenta como creativos, con intereses prácticos y competitivos, fuertes, rápidos, agresivos, inteligentes y decididos. En los anuncios publicitarios las niñas siguen aprendiendo a ser madres y amas de casa. Por el contrario, los niños juegan con vehículos, equipos de construcción y juegos de ciencias”. Núñez, 2011:927
Juguemos a no respaldar la diferencia jerárquica entre lo masculino y lo femenino.
“En la cosmogonía patriarcal el mundo le ha sido entregado desde siempre a los fuertes, a los hombres, para que peleen por él y se adueñen de él. La lucha por la vida es cosa de hombres y las mujeres la contemplan desde su ventana y acogen luego al vencedor…”. Suso de Toro, 1999
“No, no los bailes; los tipos duros no bailan. Los tipos duros no se tocan, mantienen sus cuerpos separados, solamente se acercan a otro cuerpo para atacar, depredar, por delante a una mujer y por detrás si es mujer. Los tipos duros no se acercan a otro hombre más que para clavar su cuchillo”. Suso de Toro.
Un muñeco guerrero y una Barbie
“… Los cuerpos de los hombres se caracterizan por ser fuertes, duros, aptos para el trabajo y para trabajos pesados, para la guerra, para el mando, cuerpos que podrían ser constantemente sometidos a prueba, cuerpos de la calle, racionales, que controlarían sus emociones y sus actos, excepto cuando los ciega la rabia, el mal genio y el deseo (instinto) sexual: cuerpos para penetrar el cuerpo de las mujeres. Los cuerpos de las mujeres, en cambio, deben ser pasivos, delicados, débiles, aptos para trabajos livianos, cuerpos emocionales para ser penetrados por cuerpos complementarios a los de los hombres”. Olavarría, 2004: 55-56.
A los hombres se les aplaude el carácter competitivo y la fuerza y a ellas se les reprime.
“El ícono del futbolista se ajusta con precisión a la masculinidad patriarcal: Es un hombre con éxito, un triunfador, con poder económico, que usa como base principal de su triunfo la fuerza física, que se consolida en un juego permanente con los adversarios, que usa con frecuencia la violencia en el terreno de juego… por eso no es de extrañar que los ídolos sigan siendo hombres competitivos, héroes canallas… En el mundo del fútbol no hay mujeres – salvo las esposas invisibles, que normalmente abandonan sus profesiones al casarse con los triunfadores…”. Octavio Salazar Benítez.
“… Las niñas son socializadas para ser “objetos” sexuales y cuidadoras, es decir, el rol tradicional que para ellas ha marcado el patriarcado. El cine, los videojuegos, la industria musical o las marcas de ropa siguen subrayando un papel hipersexualizado de las chicas. Así lo explica Natasha Walters (2010: 161): Mi hija está creciendo en un mundo que potencia valores medievales, en el que todas las niñas son princesas y los niños luchadores, en el que todas las niñas llevan hadas y todos los niños superhéroes en los estuches del colegio”. Octavio Salazar Benítez
* Textos construidos o tomados a partir del libro “Masculinidades y ciudadanía: los hombres también tenemos género” de Octavio Salazar Benítez. Universidad de Córdoba. Editorial Dikinson. Madrid, 2013